Bienvenidos
Hola, me llamo Juan Martín Ríos. Nací en Granada en 1964 y me licencié en Bellas Artes en la universidad de Sevilla en 1988. Siempre he tenido un interés especial por la física y las matemáticas. Particularmente por la teoría de grupos, la mecánica cuántica y el electromagnetismo. Mi fascinación por estas áreas me impulsa a buscar la manera de integrarlas en la pintura, y ha llevado mi obra por territorios tan inexplorados que ni siquiera concebía posibles.
Este soy yo.
Este es mi estudio.
Mis cuadros en el espacio.
Mi blog
Aquí encontrarás explicaciones sobre mis proyectos y los conceptos que los motivaron.
El Paisaje de la Llave
El “Acordenroscado” en los Conjuntos Flotantes
Génesis
Al principio, antes de descubrir el poder de la pintura como lenguaje, en mis primeros dibujos de rostros imaginados sentía que traía personajes de otro mundo a este, como lo hacían los pintores-chamanes de la prehistoria.
El Paisaje de la Llave es la frontera entre esos mundos: nada la atraviesa, pero en su velo aparecen ondulaciones, como las sombras en la caverna de Platón.
Búsqueda de una gramática
Siempre me interesó la composición básica de los espacios, la interacción de las partes y el espíritu de cada forma. Mis primeras indagaciones se acercaban a la Gestalt y a Kandinsky. Con el tiempo entendí el espacio como algo granulado, atómico, repetitivo.
En 1988 inicié una serie basada en un módulo caprichoso: la silueta de un rinoceronte, repetida con variaciones de color y orientación. Fue mi primer “átomo pictórico”. Luego vinieron formas no figurativas, diferenciadas pero unificadas por una constante.
“Ahora están vivos y llevan inscrita su evolución, como un algoritmo con los requiebros del azar.”
Figura y fondo
La dualidad figura-fondo me llevó a unificar ambos conceptos. La atomización de la figura generó una trama que al mismo tiempo era fondo. El pensamiento matemático se mostró idóneo: sintetiza relaciones comparativas y proporcionales, clasifica lo común y lo diverso.
Me inspiré en los pitagóricos, la Kábala y el arte combinatorio de la permutación, que adopté como criterio de modulación. Así surgió otra tensión: lo geométrico y lo orgánico.
Proporción áurea y fractales
Encontré una vía en la proporción áurea, “la asimetría más simétrica posible”, y en la geometría fractal, que busca el orden en el caos. Ambas confluyen en la naturaleza y comparten la autosimilitud.
A lo largo de los noventa fusioné ambas disciplinas, convencido de que estaban relacionadas: la progresión áurea también muestra autosimilitud. Más tarde descubrí lecturas que confirmaban este vínculo matemáticamente.
Literatura como detonante
La literatura ha sido una fuente constante de inspiración. Sospecho que la serie de rinocerontes nació tras leer Rayuela, por la sensación mental que me dejó. El Aleph de Borges me sigue influyendo: el Paisaje de la Llave es, en parte, una colección de secuencias de alephs.
“Una sola vez en mi vida he tenido ocasión de examinar los quince mil dodecasílabos del Poliolbion... Estoy seguro de que ese producto considerable, pero limitado, es menos tedioso que la vasta empresa congénere de Carlos Argentino.”
— Jorge Luis Borges, El Aleph
Más tarde, Bajo el volcán de Malcolm Lowry me ofreció otra clave: una narración cubista y caótica, escrita en clave cabalista. Sus jardines y selvas resonaban en mí como metáfora de lo geométrico y lo orgánico.
Alquimia y síntesis
Mi proceso creativo adoptó la metáfora de la alquimia: disolución y coagulación, transformación y síntesis. Tras años de investigación, en 2006 comencé a abandonar la proporción áurea en favor de estructuras más claras y cuadradas, sustituyendo la metáfora alquímica por la física cuántica y la teoría de grupos.
Los conjuntos flotantes
El trabajo con composiciones combinatorias me llevó a concebir los Conjuntos Flotantes, redes de relaciones empáticas entre partes, un holograma que flota sobre el conjunto. Para ponerlos en acción necesitaba un “ladrillo básico”, como en física se buscó la partícula elemental.
“Lo que importa no es el elemento, sino la manera en que está unido a los demás.”
El Acordenroscado
Así nació el Acordenroscado, módulo compuesto y semilla de los conjuntos flotantes. Articulado por dos simetrías combinadas, avanza como tornillo o serpiente, metáfora de un campo electromagnético. Sus partes se asocian a notas musicales que generan acordes en expansiones fractales.
El Acordenroscado produce espacios visuales y tiempos sonoros ampliables hasta el infinito. Su territorio es un universo regido por un “paisaje de onda”, que este proyecto explora en busca de imágenes y sonidos.
El Paisaje de la Llave
El Paisaje de la Llave actúa como un campo de Higgs, zona de contacto entre energía y materia, entre lo intangible y lo tangible. La visión platónica, llevada al extremo por Gödel, sostiene que las matemáticas existen independientemente de nosotros. Como escribió John Polkinghorne:
“Las matemáticas son la llave abstracta que abre la cerradura del mundo físico.”
Mi objetivo es construir un ente conceptual y transformarlo en un objeto sensible. El acordenroscado encarna armonía, equilibrio y simetría: condiciones comunes a lo molecular y a lo social.
Sonido y visión
De las imágenes derivan procesos sonoros. La percepción visual es instantánea, mientras que la auditiva es secuencial. Así, la lectura lineal de un espacio plano se traduce en música. He comprobado que las armonías visuales suelen transformarse en armonías musicales.
Memoria y cierre
Al final me di cuenta de que realmente el Paisaje de la LLave era toda esta ”memoria” que intenta explicar tantas cosas, así que el proyecto también deriva en este ensayo y en una película que muestra el proceso creativo.
Este proyecto solo divaga sobre el paisaje de la llave, ni alcanza ni cree posible asomarse al paisaje que hay detrás de la puerta que abre. Como la ciencia, que no nos muestra la realidad, sino que nos propone modelos para entender como funciona. Como las sombras en la caverna de Patón.